Es un cuento interesante para los mas pequeños hoy os lo contaré.
Jane y Michael habían ido a una fiesta. En casa había un gran silencio, y
la cocinera aprovechaba para leer el periódico. La señora Banks estaba en el
sofá de la sala. Mary Poppins ordenaba la ropa junto a las cunas de los
mellizos, John y Bárbara. John dijo a la luz del sol:
— ¡Apártate, que me molestas en los ojos!
La luz del sol contestó:
— ¡No puedo evitarlo! ¡Tengo que ir de una punta a otra de la habitación
y me toca pasar por aquí!
La luz del sol invadía toda la habitación.
— ¡Eres muy suave! ¡Te quiero! — dijo Bárbara al calor del sol —.
— ¿Te gusta mi contacto? — le pregunta el rayo de sol —.
— ¡Es delicioso! — respondió la niña —.
— ¡Cháchara! ¡Cháchara! Aquí siempre se habla — dijo un pajarito
desde la ventana —.
Era el pájaro que vivía en el tejado. A Mary Poppins no le gustaban los
pájaros. Lo rió porque no hacía nada, sólo hablaba. Ella prefería escuchar a los
niños. El pájaro se defendió diciendo que él hacía su trabajo, hablar con todo el
mundo. Entonces empezó a dar saltitos por la barandilla de la cuna de Bárbara.
Le preguntó si tenía algo para comer. Bárbara le dio media galleta que había
guardado para él. El pájaro se puso a comer y ni siquiera dijo “gracias”.
Mientras tanto, John se metía los dedos del pie en la boca Y Bárbara lo riñó. A
las personas mayores les gustaba que lo hiciese, pero ahora nadie lo miraba. A
la tía Flossie le había hecho mucha gracia. Decía que John era tan dulce que
se lo comería. Pero los mayores no lo dicen de verdad. John decía que los
mayores eran estúpidos y que no entendían a los niños. John y Bárbara
entendían lo que decía el pájaro, pero, según ellos, Jane y Michael ya no
podían comprender al pájaro, ni al viento, ni a los árboles, ni a los rayos del sol.
Mary Poppins les explicó que Jane y Michael se habían hecho mayores, y por
eso ya no los podían entender. John y Bárbara no querían que eso les pasara
nunca. Mary sonreía y les decía que, cuando se hiciesen mayores, les ocurriría
lo mismo.
El pájaro dijo:
— ¡Creen que son diferentes!
Mary Poppins entendía a los pájaros y a los mellizos porque ella era la
Gran Excepción: era especial. Mary espantó al pájaro con el delantal. Mientras,
John le preguntó:
— Entonces, ¿no podremos oír el pájaro cuando seamos mayores,
Mary?
— ¡Lo oiréis, pero no lo entenderéis! — dijo Mary —.
Esto disgustó a los mellizos, que empezaron a llorar. El pájaro se reía de
ellos porque lloraban. Mary intentó echarlo de nuevo espantándolo con el
delantal. Entonces entró la madre de los niños.
— ¿Por qué lloran mis pajaritos, mis dulzuras, mis tesoros? — dijo la
señora Banks —.
Los niños decían:
— No queremos tener dientes; queremos entender a los pájaros.
La madre no los entendía y los consolaba diciendo:
— Todo habrá acabado cuando os salgan los dientes.
¡Pero si ellos no querían tener dientes! De todas maneras, dejaron de
llorar para contentar a su madre. La señora Banks acariciaba a los mellizos, y
John volvió a ponerse el pie en la boca para que su madre estuviese contenta.
Bárbara se quitó los patucos. Al cabo de un rato, la señora Banks se fue, muy
contenta, pensando que sus hijos eran muy listos. El pájaro empezó a reírse de
la escena con la madre y no paraba de criticar todo lo que habían hecho. Los
niños le dijeron muy convencidos que nunca olvidarían el habla de los pájaros y
del viento. Mary Poppins sonreía. Aseguraron que no serían como los demás.
El pájaro se río mucho de esta idea y se fue volando. Al cabo de un tiempo, a
los mellizos les salieron los dientes. Es algo que les pasa a todas las criaturas y
cumplieron un año. El pájaro había vuelto de vacaciones y les preguntó cómo
estaban. Los niños habían empezado a hablar. Repetían sílabas sin sentido. El
pájaro quería hablar con ellos, pero, por mucho que se esforzaba, los niños no
lo entendían y no le hacían caso. Mary y el pájaro comprendieron que los
mellizos ya habían crecido. Había pasado lo que tenía que pasar. El pájaro se
puso triste y se fue volando. Le gustaba hablar con los mellizos, pero ya eran
demasiado mayores y no lo entendían. Se fue volando hacia el tejado, donde
tenía su nido, un poco triste. Mary Poppins se rió un poco del pájaro.